PEQUEÑAS ILUSTRACIONES ESPIRITUALES
PEQUEÑAS ILUSTRACIONES ESPIRITUALES
DE UN LIBRO EN MI CASA
Dos viajeros iban por el desierto; uno era ateo y el otro cristiano. Discutían sobre la
existencia de Dios, y el cristianismo no podía contrarrestar los argumentos del
incrédulo. Pasaron la noche en un lugar. Al día siguiente el incrédulo dijo:
Oye, pasó por aquí un camello anoche.
El cristiano le pregunto: ¿tú lo viste?
No
¿Tú lo tocaste?
No
¿Tú lo sentiste?
No
Entonces ¿Por qué aseguras que pasó un camello?
Porque veo sus huellas que dejó sobre la arena.
Así me pasa a mí, dijo el cristiano. No he visto a Dios, pero continuamente veo sus
huellas que hablan de su existencia.
LAS COSAS PEQUEÑAS SON IMPORTANTES
Miguel Ángel se encontraba en su estudio dando los últimos toques a una de sus
estatuas, cuando un amigo llegó a visitarlo. Más tarde el mismo amigo volvió a
visitarlo en su estudio, y cual no fue su sorpresa al encontrar a Miguel Ángel
ocupadísimo con la misma pieza de arte.
Pero si ya habías terminado la estatua desde que te visité la última vez, le dijo, quiere
decir que no has hecho nada desde entonces, añadió.
Por supuesto que si replico el artista. He refinado aquí, he sacado el músculo allá, le he
dado más expresión a los labios y energía a los ojos.
Ya veo, afirmó el amigo, pero esas son meras pequeñeces.
Tal vez tengas razón, le contestó Miguel Ángel, pero las pequeñeces conducen a la
perfección no es una pequeñez
GRANITOS DE TIERRA GRANDES MOLESTIAS
Una doctora venida de Inglaterra hizo un recorrido a pie, desde San Francisco a Nueva
Cork a pie, en un viaje de buena voluntad.
Cuando llego a la ciudad de los rascacielos, fue al edificio de las naciones unidas donde
la asediaron los periodistas y curiosos, uno de los periodistas le preguntó cual había
sido su mayor problema en la larga travesía. Esperaba como respuesta: atravesar el
desierto, subir las montañas rocosas, el problema del transito, los problemas del
camino, etc. Sin embargo, todos se quedaron estupefactos cuando dijo: “mi mayor
problema fueron los granitos de tierra que se metían en los zapatos y me molestaban al
caminar”.
Hay que cuidar los detalles que pueden engendrar grandes efectos. Una palabra
maliciosa puede traer resultados lastimosos. Una lengua descuidada puede acarrear
funestas consecuencias.
ESTUDIAR ES IMPORTANTE
En España, cierto campesino llevó un día a su hijo a la universidad. Al entrevistarse
con el presidente (rector), y poniendo una bolsa con dinero sobre el escritorio le dijo:
Señor le traigo a mi hijo para que me lo eduque, pero le pido que no se quede él mucho
tiempo aquí, porque lo necesito en el campo. El presidente, hombre sabio y prudente,
mirándolo con simpatía le respondió:
Señor aquí le preparamos a su hijo para lo que usted quiera; si quiere que él sea una
calabaza, pues en unos pocos meses se lo entregamos, pero si quiere que él sea una
encina, entonces él tendrá que quedarse (…) varios años aquí.
Todo depende de lo que usted quiera de su hijo.
El padre en su sencillez, comprendió la lección y entonces, sacando todavía más dinero
de su bolsa, se las dio al rector diciéndole: Pues haga de mi hijo una encina para que
sea algo grande en la vida.
¿SABEMOS LO QUE TENEMOS?
A un hombre le regalaron un par de guantes forrados de piel. Como Vivía en un clima
tropical y, por cierto, no necesitaba los guantes, los guardó en una gaveta y pronto se
olvidó de ellos. De modo que no le servían porque no los usaba. Algún tiempo después
le llamaron para que trabajara en una ciudad de clima frío y entonces se acordó de los
guantes, Al fin encontraría uso para aquello que el consideraba un regalo sin utilidad.
Cuando metió la mano en uno de los guantes, sintió que algo impedía que el dedo
pulgar se acomodara en su lugar. Para su gran sorpresa, lo que impedía era un gran
billete de diez dólares enrollado. Revisó los otros dedos del guante y descubrió que en
cada uno de ellos había un billete de cien dólares, Los billetes habían estado allí todo el
tiempo, pero el no se había dado cuenta.
Un hombre no muy contento con su vida en el hogar, bajaba un día al poblado vecino.
Se encontró con una anciana, fuente inagotable de consejos sabios, el hombre narró a
la anciana todos sus problemas.
Lo siento por los hijos, dijo la buena mujer.
Por los hijos no, respondió el hombre, siéntalo por mí.
La anciana le mostró al hombre una larga escalera, firme y estable.
Esta escalera, es una parábola del hogar. La esposa es una de sus varas laterales. El,
marido es la otra. Estas varas deben estar unidas por los peldaños del amor, la bondad,
la amabilidad, el respeto, etc.
Cuando falta esa unión en el hogar se desintegra y los hijos no llegaran a ninguna (…)
cumbre.
Además la escalera descansa sobre un piso firme, agregó el hombre.
“Cuanto pidiereis al Padre os lo dará en mi nombre [...]; pedid y recibiréis”. (Juan 16:23, 24, NC.)
Tal garantía de la Palabra de Dios me motivó a orar repetidas veces: “Padre, donde esta la religión verdadera, por favor muéstramelo claramente; muéstramelo con la misma claridad y lo proclamaré a todo el mundo”. Se lo supliqué muchas veces, siguiendo la instrucción que Jesús dio en el Sermón del Monte de ‘seguir pidiendo’. (Mateo 7:7, 8.)